Sería conveniente una reglamentación basada en varios
puntos fundamentales. El primero sería, la rotación obligatoria de cultivos,
donde deba figurar una exigencia de no hacer monocultivos. De esa manera
tendríamos más cultivos como el trigo y el maíz que generan un gran aporte de
volumen de rastrojos y de materia orgánica que enriquece al suelo.
Por otro lado, como arista central, que la utilización
de agroquímicos se efectúe en dosis de control porcentual y no de aniquilación
total, es un concepto que demanda
educación para los productores, los dirigentes y sobre todo los técnicos que
deben gerenciar cultivos.
Hacer hincapié en la protección de la horticultura
comercial y familiar. Cuando la agricultura se hace en gran escala por los “pooles” y con la velocidad que esto
requiere, hay que tener muy en cuenta todo lo intensivo y semi intensivo que rodea
a una ciudad y a todos los montes de los campos que son sobrevolados con
productos, porque ahí hay una agricultura familiar que permite vivir. Por lo
tanto hay que tener conciencia y respeto por los demás.
Los contratistas y quienes manejan las maquinarias que
hay disponibles para las tareas de siembra y cosecha –entre otras–, optan por
abocarse a los trabajos en grandes latifundios y por lo general ni siquiera
consideran los pedidos de los pequeños productores, que sin otro remedio deben
alquilar a quienes de uno u otro modo no solo manejan grandes extensiones sino
también los servicios.
No hay que dejar de lado, que los alquileres terminan
conviniendo porque otorgan buen dinero, pero que a la vez los propietarios de
la tierra dejan de ser productores.
Los dueños de los campos, dejan de ser productores, y
es muy difícil determinar si volverán a serlo.