El suelo de un bosque erosionado tras un incendio, abocado a una desertización casi segura, precisará de miles a millones de años para que, en condiciones óptimas, se regenere ese ecosistema forestal a partir de una roca desnuda
Para acelerar la recuperación del suelo, un almacén de agua y nutrientes, lo primero es estudiar los daños y la meteorología y protegerlo de la erosión que lo amenaza.
Así lo ha explicado en una entrevista con EFEVerde la científica española, María Tarsy Carballas, doctora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), licenciada en Química, doctora en Farmacia y especialista en Edafología.
El suelo, una formación viva y dinámica, puede necesitar millones de años para que los elementos que intervienen en su formación actúen favorablemente: el tipo de roca, clima, organismos vivos, tiempo, acción del hombre...
No obstante, ha reconocido la investigadora, al suelo no se le da la importancia adecuada ya que es patente la dificultad de la sociedad para percibir la degradación que sufre el suelo.
Es muy importante evitar "el temido" proceso de erosión post-incendio, que desemboca en graves problemas medioambientales, sociales y económicos, porque los materiales arrastrados pueden provocar desequilibrios en los ecosistemas terrestres y acuáticos que reciben dichos materiales.
Para la investigadora, la repercusión más grave del fuego es la "pérdida irreversible de toneladas de suelo" como consecuencia de la incidencia de más incendios y erosión sobre la misma zona.
El primer proceso en la regeneración del suelo es la siembra de una cubierta vegetal, mezcla de leguminosas y gramíneas que ayudan a su recuperación (las leguminosas desarrollan rápidamente un sistema radicular en tierra y las gramíneas en la parte aérea).
De esta manera el suelo se cubre con vegetación, pero no transforma un bosque en un prado, ha insistido Carballa, simplemente se cubre en una primera fase para restaurar ese ecosistema evitando cualquier perturbación del suelo como la utilización de maquinaria pesada.
Ha resaltado la importancia que tiene para la regeneración forestal" la capa de ceniza resultante del fuego" ya que las nuevas semillas que se plantan se alimentan de los nutrientes de esa vegetación ahora convertida en ceniza y que serán la base de la fertilidad para la regeneración de las plantas.
Esos nutrientes utilizados por las herbáceas vuelven de nuevo a la tierra cuando estas plantas llegan a la senectud y se descomponen en el suelo, participando de forma activa en el ciclo biológico de la Naturaleza.
Para que las semillas que se siembran germinen con rapidez, se emplea la técnica de la hidrosiembra, un tipo de actuación que se realiza en terrenos donde existe un riesgo potencial de erosión y ausencia de material orgánico y déficit de elementos nutritivos.
La científica ha rememorado con cierta nostalgia, la década de los años 60 cuando se inició en el estudio de perfiles de suelos e investigaba sobre suelos con más de un metro de profundidad, mientras que hoy en día "la roca se encuentra al descubierto" en esas mismas zonas.
Carballas ha destacado que, aunque lo "mejor de un incendio es que no se produzca", está en desacuerdo con las medidas adoptadas por los Gobiernos que, desgraciadamente prefieren invertir más en la extinción que en la prevención".
"Habría que montar más campañas de educación, alertas, vigilancia y campañas de concienciación en televisión y radio, y nuevas tecnologías de predicción de zonas con riesgo de incendios".
Para acelerar la recuperación del suelo, un almacén de agua y nutrientes, lo primero es estudiar los daños y la meteorología y protegerlo de la erosión que lo amenaza.
Así lo ha explicado en una entrevista con EFEVerde la científica española, María Tarsy Carballas, doctora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), licenciada en Química, doctora en Farmacia y especialista en Edafología.
El suelo, una formación viva y dinámica, puede necesitar millones de años para que los elementos que intervienen en su formación actúen favorablemente: el tipo de roca, clima, organismos vivos, tiempo, acción del hombre...
No obstante, ha reconocido la investigadora, al suelo no se le da la importancia adecuada ya que es patente la dificultad de la sociedad para percibir la degradación que sufre el suelo.
Es muy importante evitar "el temido" proceso de erosión post-incendio, que desemboca en graves problemas medioambientales, sociales y económicos, porque los materiales arrastrados pueden provocar desequilibrios en los ecosistemas terrestres y acuáticos que reciben dichos materiales.
Para la investigadora, la repercusión más grave del fuego es la "pérdida irreversible de toneladas de suelo" como consecuencia de la incidencia de más incendios y erosión sobre la misma zona.
El primer proceso en la regeneración del suelo es la siembra de una cubierta vegetal, mezcla de leguminosas y gramíneas que ayudan a su recuperación (las leguminosas desarrollan rápidamente un sistema radicular en tierra y las gramíneas en la parte aérea).
De esta manera el suelo se cubre con vegetación, pero no transforma un bosque en un prado, ha insistido Carballa, simplemente se cubre en una primera fase para restaurar ese ecosistema evitando cualquier perturbación del suelo como la utilización de maquinaria pesada.
Ha resaltado la importancia que tiene para la regeneración forestal" la capa de ceniza resultante del fuego" ya que las nuevas semillas que se plantan se alimentan de los nutrientes de esa vegetación ahora convertida en ceniza y que serán la base de la fertilidad para la regeneración de las plantas.
Esos nutrientes utilizados por las herbáceas vuelven de nuevo a la tierra cuando estas plantas llegan a la senectud y se descomponen en el suelo, participando de forma activa en el ciclo biológico de la Naturaleza.
Para que las semillas que se siembran germinen con rapidez, se emplea la técnica de la hidrosiembra, un tipo de actuación que se realiza en terrenos donde existe un riesgo potencial de erosión y ausencia de material orgánico y déficit de elementos nutritivos.
La científica ha rememorado con cierta nostalgia, la década de los años 60 cuando se inició en el estudio de perfiles de suelos e investigaba sobre suelos con más de un metro de profundidad, mientras que hoy en día "la roca se encuentra al descubierto" en esas mismas zonas.
Carballas ha destacado que, aunque lo "mejor de un incendio es que no se produzca", está en desacuerdo con las medidas adoptadas por los Gobiernos que, desgraciadamente prefieren invertir más en la extinción que en la prevención".
"Habría que montar más campañas de educación, alertas, vigilancia y campañas de concienciación en televisión y radio, y nuevas tecnologías de predicción de zonas con riesgo de incendios".
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