La
contaminación lumínica consiste en el brillo nocturno producido por el uso de
luminarias inadecuadas o por exceso de iluminación. Esto significa que se envía
la luz hacia arriba en vez de enviarla hacia el suelo, donde realmente se
necesita. Es decir toda luz que escapa fuera de la zona que se quiere iluminar.
Las actuales luminarias y casi toda la red de alumbrados públicos están
diseñados como norma general, más por
estética que por funcionalidad.
Este tipo
de contaminación se debe principalmente al uso de luminarias mal diseñadas, en
especial las farolas tipo globo, al exceso de potencia, así como a la
existencia de horarios inadecuados de iluminación ornamental.
Las consecuencias
consisten en un desperdicio de energía y dinero, deslumbramiento de los
conductores y personas mayores que va en detrimento de la seguridad vial,
altera los ciclos de diversas especies animales, principalmente de las aves,
contribuye al cambio climático y a la generación de residuos durante la
producción de ese exceso de energía y por último la pérdida de la visibilidad
del cielo nocturno.
Para tener
una idea de esta realidad, una típica luminaria que es de forma esférica y
totalmente transparente, tiene un desperdicio del 50% de su capacidad de
iluminar; significa que si cada una de ellas está encendida un promedio de 10
horas diarias y su ampolleta es de cien watts, entonces diariamente se está
desperdiciando cinco kilowatts de energía. Si se tiene por ejemplo mil lámparas
como esa en una ciudad, se está desperdiciando cinco mil kilowatts de energía
eléctrica.
Disminuir
la cantidad de luz no significa que disminuya la seguridad ni la visibilidad.
No se trata de apagar las lámparas ni de cambiarlas todas de golpe; la solución
pasa por adecuar los niveles de iluminación a las recomendaciones
internacionales actuales, sustituir progresivamente las lámparas de mercurio
por las de sodio que a igualdad de iluminación contaminan y consumen menos,
encender la iluminación de fachadas y monumentos sólo durante ciertas horas, la
luz debe ir de arriba abajo, y no al revés.
Ante esta
situación, el mejor aliado es hacer conciencia, ya que esta mala optimización
de recursos perjudica a todos ya que se está desperdiciando fondos del sistema
público y por tanto esos fondos, que todos pagan, deben ser optimizados para su
utilización en otros bienes de derecho común.
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