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miércoles, 19 de diciembre de 2012

DE LA ECOLOGÍA A LA ECOLOGÍA SOCIAL

(Antonio Miglianelli) Intento definir al ambientalismo (al igual que Murray Bookchin, padre de la ecología social), como una ingeniería de la naturaleza, sin cuestionar en absoluto la profunda brecha existente entre naturaleza y sociedad. Acepto la ecología, (en su definición más simple), como el análisis biológico de las especies y su interacción con el ambiente. Defino «ecología social» como una postura ética, filosófica, política e ideológica de situarse frente a la visión holista (global y total), del planeta. El ambientalismo condena (cosa que me parece correcta) la contaminación ambiental, la tala de los bosques, la matanza de ballenas, etc., pero se remite únicamente a los efectos de determinada acción, y fragmenta la realidad. La ecología analiza la alteración de los ecosistemas si de bosques, ríos, mares o especies se trata. Pero la ecología social da una vuelta más de tuerca. Se introduce en los sistemas sociales que imperan en el planeta, y además de analizar los componentes ideológicos que lo regulan, formula propuestas concretas de cambio, donde la visión parcial del mundo es desechada, partiendo de la premisa que la vida en el planeta, no es una cuestión de jerarquías, sino de red, donde un eslabón dañado, afecta al conjunto. El problema son los sistemas políticos que afectan al planeta, donde por supuesto, incluimos a determinados humanos como epicentro del mayor daño ecológico de dichos modelos. Los ambientalistas se preocupan por los vertidos tóxicos de una fábrica y suelen emparentarse con algunos economistas. Denunciar únicamente el vertido de desechos no es ir a la raíz del problema, es un mero parche al real conflicto del proceso industrial-contaminador. Que aumente los niveles de productividad de un país, no determina que el grueso de su gente viva bien. Para la ecología social el análisis transita por otro camino, porque no es lo mismo desarrollo que calidad de vida. Los aspectos sociales, económicos, laborales, salud, educación, son las variables para determinar un correcto estudio de impacto ambiental y determinar, lo más aproximadamente posible, por donde pasa el verdadero desarrollo. ¿De quién es la fábrica, cuánto ganan los trabajadores? ¿En qué condiciones laborales, de salubridad, trabaja la gente? ¿Qué tipo de industria es, tecnología obsoleta o de punta? ¿Qué marco de protección legal la ampara? ¿Qué beneficios otorga a la comunidad? Habría mucho más para agregar a esta lista de preguntas. Obviamente, es más cómodo ocuparse de los vertidos de esa fábrica, pero el círculo de la contaminación es infinitamente más amplio, y las responsabilidades y complicidades se amalgaman.

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