En América Latina se pierden y
desperdician más alimentos que los que son necesarios para satisfacer las
necesidades nutricionales de las 47 millones de personas que aún sufren hambre
en la región.
Cada año la
región pierde o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles, lo
que impacta la sostenibilidad de los sistemas alimentarios, reduce la
disponibilidad local y mundial de comida, generan menores ingresos para los productores
y aumentan los precios para los consumidores. Las pérdidas y desperdicios
también tienen un efecto negativo sobre el medio ambiente debido a la
utilización no sostenible de los recursos naturales.
Las pérdidas se refieren a la disminución de alimentos
para el consumo humano en las fases de producción, post-cosecha, almacenamiento
y transporte. El desperdicio de alimentos se refiere a la decisión de desechar
alimentos que todavía tienen valor nutricional, y se asocia principalmente con
el comportamiento de los vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta
de comida y los consumidores.
Las pérdidas y
desperdicios ocurren a lo largo de la cadena alimentaria: el 28% ocurre a nivel
del consumidor; el 28% a nivel de producción, el 17% en mercado y distribución,
el 22% durante el manejo y almacenamiento y el 6% restante a nivel de
procesamiento.
Con los
alimentos que se pierden en la región sólo a nivel de la venta al detalle, es
decir, en supermercados, ferias libres, almacenes y demás puestos de venta, se
podría alimentar a más de 30 millones de personas, es decir, al 64% de quienes
sufren hambre en la región.
Bolivia podría
disponer de alimentos equivalentes a los que necesita para alcanzar el primer
Objetivo de Desarrollo del Milenio, si redujeran sólo ese tipo de pérdidas.
Existen formas
de evitar las pérdidas y desperdicios en todos los eslabones de la cadena,
principalmente mediante inversiones en infraestructura y capital físico,
mejorando la eficiencia de los sistemas alimentarios y la gobernanza sobre el
tema mediante marcos normativos, inversión, incentivos y alianzas estratégicas
entre el sector público y privado.
La
sensibilización pública también es clave, y se puede realizar a través de
campañas dirigidas a cada uno de los actores de la cadena alimentaria. Erradicar
el hambre en la región requiere que todos los sectores de la sociedad hagan
esfuerzos por reducir sus pérdidas y desperdicios. Enfrentar esta problemática
es fundamental para avanzar en la lucha contra el hambre y debe convertirse en
una prioridad para los gobiernos de América Latina.