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lunes, 25 de octubre de 2010

MEDIO AMBIENTE, RIESGOS PARA LOS NIÑOS


La contaminación del aire y del agua, y otros peligros medioambientales conexos, matan cada año en todo el mundo más de tres millones de niños menores de cinco años.
La industrialización, el crecimiento de la población urbana, el cambio climático, la utilización cada vez mayor de productos químicos y la degradación del medio ambiente exponen a los niños a riesgos que hace unas pocas generaciones ni siquiera se podían imaginar. Sin embargo, las amenazas más mortíferas siguen siendo viejos factores básicos bien conocidos: el agua insalubre, la falta de saneamiento, el paludismo y la contaminación del aire en locales cerrados.
Aunque sólo el 10% de la población del mundo son niños menores de cinco años, ese grupo de edad sufre el 40% de la carga de enfermedad relacionada con el medio ambiente. Ello se debe en parte a que ingieren más cantidad de sustancias nocivas en proporción a su peso corporal, y en parte a que tienen menos fortaleza y menos conocimientos sobre el modo de protegerse. Alrededor de un millón de niños mueren cada año por causa de enfermedades provocadas por la contaminación del aire en sus hogares. En más del 75% de las casas de la mayoría de los países de Asia y África se utilizan para cocinar combustibles sólidos tales como madera, estiércol, carbón o restos vegetales, que producen un humo negro que, inhalado, provoca o agrava diversas afecciones respiratorias, como la neumonía u otras infecciones.

La Declaración del Milenio de las Naciones Unidas pide a los gobiernos que reduzcan en dos terceras partes la mortalidad de los niños menores de cinco años antes del final de 2015. Puede que sea una de las metas más ambiciosas. «Es una llamada de atención para nosotros, y para el mundo entero. La cifra de defunciones infantiles es alarmante. Refleja una funesta imagen de desatención. Tenemos que afrontar la realidad y actuar de inmediato para que el futuro sea brillante y sostenible», ha declarado la Dra. Kerstin Leitner, Subdirectora General de la OMS para Desarrollo Sostenible y Ambientes Saludables.

viernes, 22 de octubre de 2010

"No te des al dolor de torturar tu alma por pasadas desdichas.
No encamines tus pasos a insondables abismos y más bien anda con tu cayado de sueños a conquistar las escarpadas cumbres.
Desde la cima, absorto de infinito, verás por dónde nace el Sol, el padre de la luz y de la vida, el que abre los capullos y perfuma la brisa en el embrión del alba"

martes, 12 de octubre de 2010

RECOMPENSA JUSTA PARA QUIENES CUIDAN DE NUESTRO PLANETA


Los ecologistas han llegado a reconocer que para lograr que la gente rural maneje bien los recursos naturales a menudo hay que recompensarles. Por esto, han creado esquemas para recompensar a quienes al manejar los recursos conservan la biodiversidad, proporcionan sumideros de carbono, protegen las cuencas, y mantienen la belleza escénica."Compensación por servicios ambientales y comunidades rurales" por Herman Rosa, Susan Kandel, y Leopoldo Dimas de PRISMA, una ONG salvadoreña, analiza cómo dichos esquemas han afectado a comunidades locales en el Brasil, Costa Rica, El Salvador, México, y los Estados Unidos. También sugiere formas en que las comunidades podrían obtener mayores beneficios.El gobierno estatal de Acre en Brasil subvenciona el precio del caucho para animar a los pequeños productores que lo cosechan de bosques naturales a seguir conservando esos bosques. Eso cuesta poco por hectárea y beneficia a más de 6.000 familias. En contraste, entre 1997 y 2002 Costa Rica pagó a los terratenientes más de $80 millones de dólares por conservar, manejar, y plantar bosques. Sin embargo, solamente una pequeña porción de ese dinero fue para los pequeños productores y la población indígena. Acre diseñó su esquema con la gente de bajos ingresos en mente pero Costa Rica no.La ciudad de Nueva York obtiene el 90% del suministro de agua de las cuencas de los ríos Delaware y Catskill. En vez de gastar mil millones de dólares para construir un nuevo sistema de filtración, financian un programa para ayudar a los agricultores a proteger las cuencas. El programa inicial cubrió solo los agricultores de perfil más comercial, pero un nuevo programa se centra específicamente en los pequeños agricultores.Es más probable que las comunidades se beneficien de dichos esquemas si tienen aseguradas la tenencia de la tierra y los bosques. Sin embargo, la tenencia de la tierra por sí sola no es suficiente. Las comunidades de México poseen la mayoría de los bosques del país, sin embargo, sólo las comunidades mejor organizadas y con gran ayuda técnica han conseguido involucrarse con éxito en la venta de carbono y recursos genéticos, o el ecoturismo.Para asegurar que las familias de bajos recursos se beneficien de los esquemas ambientales de compensación, es importante que las reglas de funcionamiento de los esquemas y la selección de los candidatos tomen en cuenta las características y necesidades específicas de dichas familias. Las familias pobres probablemente se pueden beneficiar más si los esquemas apoyan actividades agrícolas, forestales o de turismo ecológicamente racionales, y no solo la conservación pura.Los pagos directos no son siempre la mejor forma de compensación. El nivel y tipo de compensación deben ser negociados con la gente local, y adaptarse a sus necesidades específicas. La compensación también debe ser diseñada para fortalecer la capacidad organizativa, de manera que los esquemas se puedan mantener y mejorar con el tiempo.

lunes, 4 de octubre de 2010

RIQUEZA NATURAL Y POBREZA


Un informe especial reciente, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), ofrece reveladores datos sobre la población y los recursos naturales en América Latina. Por un lado, 225 millones de personas -casi la mitad de quienes habitan la región- son pobres, con todo lo que esto significa en cuanto a ingresos y calidad de vida: desde salud y nutrición hasta educación y servicios públicos. Sin embargo, América Latina cuenta con la mayor superficie cultivable del mundo: 576 millones de hectáreas, equivalentes a casi una tercera parte de su territorio. Además, junto con el Caribe posee 30 por ciento de las fuentes de agua renovables del planeta. La agricultura consume las tres cuartas partes de esa agua, pero lo hace de manera irracional. Tener muchos pobres al lado de tanta riqueza natural se debe a la mala distribución del ingreso y la abundancia: mientras millones carecen de lo indispensable, unos pocos concentran la tierra agrícola, el agua, los créditos y los procesos de comercialización de los productos agropecuarios, la industria, la banca y los servicios. Se dice que es bueno y necesario tener cada vez más supermillonarios en nuestros países porque gracias a ellos se crea empleo, ingreso, riqueza, pero el informe del PNUMA muestra que en la región la brecha entre ricos y pobres se hace mayor. Las desigualdades se relacionan directamente con hechos que afectan notablemente al medio ambiente y son raíz de numerosos problemas. Es el caso de la pérdida de bosques, que entre 1990 y 2000 ascendió a 47 millones de hectáreas. La región ocupa el segundo lugar en depredación de bosques y selvas, luego del continente africano, donde precisamente por esa destrucción enfrenta incontables desajustes sociales, ambientales y económicos, como la sequía y la falta de agua que acompañan a la pobreza extrema y a la hambruna. En nuestro continente la destrucción forestal se debe no solamente a la tala que realizan los pobres para sobrevivir, sino, fundamentalmente, a la expansión de la frontera agrícola que efectúan grandes consorcios trasnacionales ligados con poderosos intereses locales, como el que produce soya en la amazonia brasileña con resultados negativos para el ambiente y la población. La mira ahora está en Venezuela. A lo anterior se suma la ganadería de tipo extensivo, actividad fincada en la irracionalidad económica y ambiental cuando la mayoría de la población no consume carne. En concordancia con lo que informa la agencia de Naciones Unidas, el director de la Comisión Nacional Forestal, Manuel Reed, reveló que el último medio siglo nuestro país perdió 50 millones de hectáreas de selvas, es decir, somos más pobres en recursos naturales necesarios para producir agua, conservar y utilizar la rica biodiversidad que nos distingue en el mundo, producir alimentos, evitar la erosión de la tierra y los cambios climáticos, entre otros aspectos. Cabe destacar que la destrucción de bosques y selvas, el mal uso del agua, la ocupación anárquica de la franja costera por asentamientos humanos, industrias y complejos turísticos se ha convertido en una combinación explosiva de factores que hacen a América Latina más vulnerable en cuanto a inundaciones, sequías, clima, lluvias y huracanes. Y aunque nuestras autoridades y las de los otros países de la región declaran continuamente su interés por atender los desajustes ambientales existentes, por conservar y acrecentar los recursos naturales, por combatir la contaminación y la pobreza, además de anunciar políticas para obtener un desarrollo sustentable, lo cierto es que las cifras que ofrece el PNUMA son desalentadoras y muestran que se camina en sentido inverso a lo que dicta la sensatez, que no se hace lo correcto ni de manera suficiente para resolver problemas como los antes descritos, que, por el contrario, se agudizan.