América Latina y el Caribe tienen las reservas de tierra cultivable más
grandes del mundo, por lo que el cuidado y preservación de sus suelos es
fundamental para que la región alcance su meta de erradicar el hambre.
Los suelos saludables están en la base de la agricultura, la producción
de alimentos y la lucha contra el hambre, y también juegan un rol como
reservorios de la biodiversidad. Además, forman parte del ciclo de carbono, por
lo que su cuidado es necesario si se quiere mitigar y enfrentar el cambio
climático.
Es esencial mantener un cuidadoso balance entre la necesidad de
preservar los recursos naturales y expandir la producción de alimentos.
A pesar de su gran importancia, la salud de los suelos enfrenta
constantes y crecientes desafíos. El 33% de las tierras del planeta están degradadas,
sea por razones físicas, químicas o biológicas, lo que se evidencia en una
reducción de la cobertura vegetal, la disminución de la fertilidad, la
contaminación del suelo y del agua y, debido a ello, el empobrecimiento de las
cosechas.
Los suelos no son un recurso renovable por lo que su preservación es un
reto urgente, un centímetro de suelo puede demorar unos mil años para formarse
y este mismo centímetro puede ser destruido en solamente algunos minutos por
causa de degradación debido a un mal manejo.
El 14% de la degradación mundial ocurre en América Latina y el Caribe.
Esta situación es más grave en Mesoamérica, donde afecta al 26% de la tierra,
mientras que este fenómeno afecta al 14% de las tierras de América del Sur.
La degradación de los suelos tiene un impacto negativo en muchas de sus
funciones críticas para la producción de alimentos y para la provisión de
servicios ecosistémicos y sus principales causas incluyen la erosión hídrica,
la aplicación intensa de agro químicos y la deforestación.
La degradación también está asociada con la pobreza: Un 40% de las
tierras más degradadas del mundo están en zonas con elevadas tasas de pobreza.
Los agricultores pobres tienen un menor acceso a la tierra y al agua,
trabajando suelos de mala calidad y con una alta vulnerabilidad a la
degradación.
Desde 1961 a 2011, la superficie agrícola en América Latina y el Caribe
aumentó de 561 a 741 millones de hectáreas, con la mayor expansión ocurriendo
en América del Sur, donde creció de 441 a 607 millones de hectáreas. Cerca del
47% de las tierras cultivables de la región se encuentran cubiertas por
bosques, pero esta cifra se está reduciendo producto de la expansión de la
frontera agrícola.
A nivel mundial, el 12% de la tierra se utiliza para cultivos agrícolas (1,6
billones de hectáreas); el 28% (3,7 billones de ha) corresponde a bosques de
uso forestal; y el 35% (4,6 billones de ha) corresponde a pastizales y otros
sistemas boscosos.