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viernes, 28 de febrero de 2014

INUNDACIONES E INCENDIOS EN EL BENI




(PIEB)
Una gran proporción de la población en Bolivia es vulnerable a los desastres naturales y al cambio climático. El departamento del Beni, en particular, es afectado periódicamente por inundaciones estacionales e incendios. Durante la época húmeda el aporte de agua de la parte alta de las cuencas del Mamoré y el Beni, además de las lluvias locales, producen la crecida de ríos y la inundación de una gran proporción del departamento. Por otra parte, durante la época seca son frecuentes los incendios descontrolados originados principalmente por la quema de pastizales -que se utilizan como alimento de ganado vacuno- para estimular su rebrote, y en menor proporción para habilitar tierra para el cultivo agrícola.
El PIEB realizó una investigación que tuvo como objetivo analizar las relaciones entre las inundaciones e incendios en la cuenca del río Mamoré durante el período 2000-2010 y el rol que juegan otras variables climáticas (como temperatura, precipitación y viento) en estos fenómenos.
Se emplearon sensores remotos para determinar la ocurrencia e intensidad de incendios e inundaciones a lo largo de este período de once años en el departamento del Beni. Adicionalmente, se realizaron entrevistas a pobladores locales para conocer su percepción de los daños producidos por incendios descontrolados y el conocimiento que tienen sobre los programas de mitigación.
El clima, particularmente la temperatura máxima, la baja precipitación y la velocidad del viento, influyeron significativamente en el número de focos de calor. Las altas temperaturas y fuertes vientos facilitaron la combustión de la vegetación, así como la expansión de incendios hacia zonas aledañas. Por otro lado, fuertes precipitaciones mantuvieron la vegetación y el suelo húmedo, inhibiendo la combustión de los pastos.
La frecuencia de los incendios por mes mostró un comportamiento cíclico, caracterizado por picos de focos de calor a finales de la época seca (agosto y septiembre), cuando hay poca precipitación pluvial. Es muy probable que la periódica inundación de las pampas benianas durante la época húmeda también inhibiera la quema de la vegetación.
Los grupos sociales también resaltan que el uso del fuego para actividades económicas, como regeneración de pastos y habilitación de tierras de cultivo, requieren del compromiso social de la población para evitar los desastres socio-ambientales que producen los incendios descontrolados, así como un marco legal adaptado a la realidad del lugar.
La integración de un análisis espacial, temporal y social identificó factores que crean condiciones ideales para la expansión de incendios. El desarrollo de futuras políticas públicas para la mitigación de incendios requiere de un marco que considere la incertidumbre asociada a variaciones climáticas producto del calentamiento global.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Privatización de los recursos naturales




Ya en 1972 el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) alertó que la naturaleza –sobre la que descansan los procesos productivos– era limitada y finita. Advirtió que no se podía hablar de crecimiento continuo con recursos finitos.

¿Cómo enfrentar el problema? Aparecieron dos grandes tendencias: una que proponía re concebir el concepto de materia prima con énfasis en el reciclaje y otra que sugería cambiar las regulaciones supranacionales e incorporar instrumentos de mercado –como los impuestos y tasas ambientales de contaminación– en la “administración eficiente” de los recursos de la naturaleza. Fue un giro en la visión ambientalista que se dio en los 80.

Los activistas del mercado consideran a la naturaleza como una forma de capital, el “capital natural”, que podría ser contabilizado en dinero. Especies de animales y plantas tienen valor monetario, como los recursos genéticos. Los recursos biológicos que se ubican en un territorio son de propiedad del país correspondiente, pero la propiedad intelectual y distribución de los beneficios de uso de los recursos biológicos “pueden implicar compartir la propiedad de éstos entre varias naciones”. Por tanto la protección del medio ambiente sería una forma de inversión.

En esa perspectiva, la naturaleza o biodiversidad ya no es considerada como un todo; se la fragmenta y sus componentes pasan a tener dueño. Se entiende por biodiversidad al conjunto de especies de fauna, flora y microorganismos; la variabilidad genética de esas especies; y los ecosistemas.

Las tendencias del ambientalismo neoliberal bregan por una asignación de propiedad extensa de la naturaleza, lo que permitiría una “gestión económica más eficiente del medio ambiente”. Admiten derechos de propiedad sobre formas de vida y ecosistemas y en forma más extrema de variedades genéticas de especies vivas, microorganismos y cultivos a través de patentes. Dividir la vida en sus componentes más básicos y dar derechos de propiedad es un ejemplo de extrema fragmentación de la vida, dicen los ecologistas.

Los mercaderes argumentan que una buena forma de maximizar el potencial de la ciencia es asegurar la propiedad de bancos genéticos, parcelas de tierra o mar o cuotas de explotación sobre recursos naturales.

Los activistas del mercado saben que en el futuro la efectividad de las economías no será determinada sólo por bolsas de valores o las reservas monetarias sino por la cantidad, calidad y sostenibilidad del “capital natural”. De ahí que comenzaron a legislar el futuro “biocomercio”, que promete fabulosas ganancias para iniciativas que comercien con agua, oxígeno, recursos genéticos y tierra. Ya existen porciones de ecosistemas privatizados, en la industria pesquera. Quienes disfrutan los recursos naturales encuentran en la apropiación de recursos la única salida para mantener sus condiciones de vida.

Mientras se resuelve el debate, la demanda energética mundial sigue en ascenso, tanto que países “verdes” como Canadá comenzaron a flexibilizar sus leyes ambientales, convertidas en traba para las inversiones petroleras.